Ciprian Homorodean (Timisoara, Rumania, 1982) pertenece a la última generación educada por el comunismo, sistema político/económico que, como sabemos, se desplomó junto con el muro de Berlín en 1989, y junto con la caída de Nicolae Ceausescu, el entonces presidente de la República Socialista de Rumania, ejecutado un mes después. Sucesos históricos que marcarán la vida del artista, pero sobre todo la vertiginosa entrada del capitalismo y las pautas culturales del imperialismo estadounidense en la nueva Rumanía, un imperialismo que se instituyó mediante la cultura de masas, por ejemplo con la entrada de la saga cinematográfica “Star Wars”, misma que el artista parodia en “I am Luke Skywalker” (2006, video, color, sound, 37:21 min. short versión of 13:52 min.) donde el artista empalma su figura a la del protagonista del film. Se trata del imaginario cultural y los aparatos ideológicos estadounidenses inscribiéndose en el ciudadano rumano.
Varias obras de Ciprian se refieren a la historia moderna de Rumania, y parece preguntarse: ¿Qué significa ser rumano hoy en día? Al intentar buscar una respuesta, incide en los referentes y símbolos cotidianos de su país, encontrando en ellos una fuerte carga política, misma que el artista desvela sin abandonar nunca su particular, y agudo, sentido del humor. Por ejemplo, un “licor de mierda” / “Rachiu din cacat si pufoaica” (2010, series of 100 bottles, each unique) que refiere a un periodo de y al mismo tiempo hace referencia a la sospechosa” importación rumana para el resto de Europa y sus políticas aduaneras cada vez más severas. O, una montaña de dólares norteamericanos que alude a un época cuando la divisa rumana era intercambiada por fajos de dólares, muchos de los cuales eran falsos o simplemente papel periódico (“The end of the rainbow”, 2011, 1$ bills, newspaper, recycled paper), estrategia que fue conocida como “operación Maradona”.
Pero la obra que mejor representa la reflexión de Ciprian sobre la historia de Rumania, es “Bandera” (2013, video, color, monitores de T.V.) que consiste en tres monitores de T.V. En cada uno de ellos, el artista aparece hondeando una bandera, roja, una amarilla, y otra azul. Los colores de la bandera rumana. La roja representa el pasado excomunista de Rumanía; la amarilla alude a la cuarentena que deben guardar los enfermos de un barco antes de pisar tierra firme y evitar el contagiar el resto de la población, metáfora de la espera que guarda Rumanía para entrar a la ilusoria Unión Europea; y la azul, precisamente representa la bandera de la zona euro. En esta pieza de video a tres canales, el pasado, el presente, y el futuro de Rumanía, se entrelazan al mismo tiempo que entrampan al artista.
De la misma manera que Ciprian encuentra en los objetos cotidianos de su país una fuerte carga política, habla de la condición del ciudadano rumano en otros Estados europeos. Parodia los estereotipos y clichés sobre Rumania y los rumanos, pero no para interpelar o corregir la imagen de los mismos, sino para burlarse, tanto del grado de veracidad de los estereotipos culturales, como de las construcciones imaginarias y fantasiosas que hacen unas culturas sobre otras. Con ello, Homorodean nos hace ver cómo los últimos vestigios identitarios se han ido disolviendo en la homogenización global. Parece que, al mismo tiempo, el artista se pregunta y se responde: ¿Qué es de la identidad sino una construcción cultural que sólo sirve para ejercer políticas de exclusión sobre los cuerpos y las personas?
Tres estereotipos del rumano atraviesan la obra de Ciprian, “Drácula”, el “trabajador precario”, y el “gitano”. Clichés que se repiten al referirse a los habitantes de Europa del Este, y que se resumen en la figura del “vampiro” que vive a expensas de la economía de los países de Europa Central. La figura de Drácula, mito que nace en Transilvania (tierra natal del padre del artista) es aludido en la obra “Lupii din Carapti” (2007, performance, video loop, color, sound, 15:04 min.), originalmente presentada por el artista en Charleroi, una región de fábricas metalúrgicas abandonadas, mejor conocida como “Black country” en Bélgica; y posteriormente realizada por una banda de death metal vampiresca en un vagón del metro de Bruselas (donde el artista radicó algunos años) que pone en evidencia las tensiones raciales y culturales en aquel país.
Otro estereotipo que aparece en su obra es el del trabajador rumano dispuesto a laborar en condiciones precarias. La obra “Quiero trabajar” (2013, print & hand drawn ads, variable dimensión) consiste en una gran extensión de muro intervenido por cientos de afiches de trabajos disímiles y temporales para los que se ofrece el artista, tales como limpiador, carpintero, zapatero, cocinero, lavaplatos, jardinero, peluquero, albañil o traductor, modisto o decorador, y desde luego “trabajos propios de un artista” como dibujar, pintar al óleo, o hacer murales, entre otras faenas que, con un ojo social, Ciprian ha observado que los inmigrantes rumanos realizan en España, particularmente en Barcelona, donde actualmente radica y donde fue realizada la pieza.
El estereotipo del gitano que se dedica al robo es abordado magníficamente en el libro: “Take the book, take the Money, run!” (2010), una especie de manual para llevar a cabo, y exitosamente robos, desde una cartera o una bicicleta, hasta una obra de arte. O, la pieza “Indigentes”, (2013), es un ejército de personajes de cartón que se dispersan por el espacio social; el artista ofrece un indigente de cartón a un indigente real para que lo sustituya o lo duplique en su tarea de recolectar dinero para subsistir. Y “Sunt Artist Am Valoare” / “I´m a valuable artist” (2010), es una serie de conciertos privados, también grabados en un álbum de seis tracks, que realizó a partir de un estilo musical denominado “manele”, el cual se asocia con los cantos de las minorías gitanas, que se asemeja también a estilos de música de minorías, expatriados e emigrantes de regiones, de los Balcanes como Bulgaria, Serbia, Montenegro, Albania, Bosnia, todo ello mezclado con sonidos turcos, griegos, elementos hindúes o electrónicos, y un toque de “pop”.
Estos matices culturales que forman parte de la cultura rumana, que las políticas del Estado rumano busca exterminar, se ve bien reflejado en la obra: “Country code”, cprint, 2007). La obra consiste en copias de dos pasaportes de Ciprian, en uno, la nacionalidad rumana, que se abreviaba con un “ROM”, fue reemplazada por un “ROU” unos años después y que se ve reflejada en la copia del segundo pasaporte. Esta decisión, llevada a cabo por las políticas exteriores rumanas, fue con la intención de no relacionar al ciudadano rumano con el “Rrom”, una palabra que se utiliza en Rumanía para designar a las minorías gitanas. Así, la eliminación de “ROM” del pasaporte, simboliza con mucha precisión la eliminación de la población gitana, en un claro ejercicio de limpieza étnica.
Este recorrido critico, humorístico, irónico, y mordaz, que va del mito de Drácula a la dura realidad del trabajador rumano en la Unión Europea; de los colmillos, la hoz y el martillo, a los símbolos de poder adquisitivo (como el “Mercedez Benz”, de 2013, lambda print), permite observar tanto las grietas de la economía y las políticas locales, como las turbulencias globales, como el endurecimiento de las aduanas y las fronteras y los diversos tipos de xenofobia (en este sentido “globalización” significa la libre circulación de las mercancías y del dinero pero no de las personas), así como la precarización del individuo contemporáneo.
Finalmente, hay una reflexión sobre la muerte, en “Selfportrait or We the living” (2012, mármol, 50,8 x 15,5 x 1,8 cm.), una lápida esculpida por el propio artista -costumbre de la región-, en la cual aparece la fecha del nacimiento de Ciprian pero no la de su muerte, el espacio para tal fecha permanecerá como un enigma. Si, en principio, hay en esta pieza, una alusión sarcástica al mito de la inmortalidad del artista, también hay un recordatorio de la sombra de la muerte siempre triunfante, y un mundo habitado por fantasmas, de grandiosos personajes históricos, de las causas perdidas, de los ideales, de las utopías, de los inmigrantes, de las víctimas de guerra, del comunismo, y un largo etcétera… un sinfín de fantasmas que contizúan recorriendo Europa…
Iván Mejía R.
Barcelona, diciembre de 2013